Phileas Fogg estaba a punto de lograr su hazaña. Había atravesado mares y continentes en barcos, trineos, yates y elefantes. Sólo le quedaba tomar el tren de Liverpool a Londres, adonde había apostado volver exactamente en 80 días. Al llegar a la estación, creyó haber perdido por un retraso de cinco minutos. Toda la planificación se le había derrumbado. No tuvo en cuenta un detalle salvador: como había dado la vuelta al mundo hacia el este, en dirección al sol, había descontado un día a lo largo del recorrido. El aventurero sí había ganado la apuesta y el amor y la fortuna lo aguardaban.
El periplo imaginado por Julio Verne, en 1873, tuvo la suerte de no incluir el trayecto que une Buenos Aires, Rosario y Córdoba, la ruta que los funcionarios y la ciencia-ficción tienen reservada para el primer Tren Bala argentino. A cuatro años del anuncio de Néstor Kirchner sobre la llegada del adelanto y a dos de la adjudicación de la obra a un consorcio europeo, firmada por la presidenta Cristina Kirchner, se tarda hasta 18 horas en completar el viaje. Unas cuantas horas más de lo que insume volar a las Pirámides de Egipto o a la Torre Eiffel.
La estación del futuro no ha sido construida: no hay carteles ni obradores, los trabajadores ferroviarios no han sido capacitados y los pasajeros soportan hasta lo insólito, como el de tener que hacer tramos en colectivos que no pasaron por el lavadero y paradas en estaciones de servicio donde hay que pagar 50 centavos para ir al baño.
El periplo imaginado por Julio Verne, en 1873, tuvo la suerte de no incluir el trayecto que une Buenos Aires, Rosario y Córdoba, la ruta que los funcionarios y la ciencia-ficción tienen reservada para el primer Tren Bala argentino. A cuatro años del anuncio de Néstor Kirchner sobre la llegada del adelanto y a dos de la adjudicación de la obra a un consorcio europeo, firmada por la presidenta Cristina Kirchner, se tarda hasta 18 horas en completar el viaje. Unas cuantas horas más de lo que insume volar a las Pirámides de Egipto o a la Torre Eiffel.
La estación del futuro no ha sido construida: no hay carteles ni obradores, los trabajadores ferroviarios no han sido capacitados y los pasajeros soportan hasta lo insólito, como el de tener que hacer tramos en colectivos que no pasaron por el lavadero y paradas en estaciones de servicio donde hay que pagar 50 centavos para ir al baño.