La radio en la Argentina desembarcó en la noche del 27 de agosto cuando un grupo de tecnólogos y aficionados, se dispusieron a instalar un muy precario aparato para poder transmitir en vivo la ópera “Parsifal” de Ricardo Wagner desde el Coliseo. El teatro de los grandes eventos sociales por excelencia de la época.
Esa noche, Enrique Susini, Miguel Mujica, Cesar Guerrico y Luis Romero, no habrían de dimensionar el alcance de su logro, más allá de las expectativas en cuánto a lo económico y comercial del medio.
Eran apenas unos cuántos, unos visionarios, y hasta soñadores, quiénes comenzaron a ver en la radio, su función masiva, periodística, pero sobretodo, social y cultural.La radio, comenzaba entonces a demostrar que los sueños, se cumplían, y que no había imposibles a la hora de achicar distancias y acortar brechas culturales, con la transmisión de obras de teatro desde el mismísimo Colón y con lo que fue la "primera cobertura periodística": la asunción a la presidencia de Marcelo T. de Alvear, ya no había dudas.
De ahí en más el crecimiento se dio sin apuro, pero si, a pasos firmes, transmitiendo radioteatros, eventos y demás, la radio argentina se presentaba como creadora de un perfil propio, con patrones funcionales a sus características materiales, la de intermediaria, la de generadora de una nueva cultura, una práctica, donde confluyeron sin que nadie pensara, aquélla cultura “popular” y la de “elite”, permitiendo que ya existieran brechas que las distancien.
La imaginación, los silencios, los efectos sonoros, los planos de la voz humana, las cortinas musicales, el desarrollo de lo dramático, etc., hacían que en Argentina, la radio tomara un forma única con patrones propios.
El sector se ampliaba, la gente fue primero público, para convertirse después en audiencia, y ésta, era masiva. Había nacido un nuevo lenguaje, una nueva forma de comunicar: la palabra radiofónica.
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