El día de los 33 mineros chilenos atrapados y el de sus familiares se parecen bastante: todos esperan. Esperan el paso de las horas, el avance de las máquinas, el parte de novedades que entregan las autoridades, a unos en persona, a otros a través de una línea de comunicación que desciende tierra adentro entre las rocas.
Esperan. Unos bajo el sol rabioso del desierto de Atacama, otros 700 metros bajo la superficie.En las próximas horas, deberían recibir el informe más ansiado: que la Strata 950, ese monstruo mecánico de 30 toneladas que llegó por partes hasta el cerro de la mina San José, ha comenzado a operar. Esta perforadora de avanzada ha sido montada justo encima del refugio subterráneo donde permanecen los mineros y será la encargada de abrir la ruta de salida: un conducto de 70 centímetros, por el que - si todo sale como está planeado- subirán acurrucados en canastos, de uno a la vez. Pero para eso falta: tres meses como mínimo, quizás cuatro.
Falta, además, que llegue una parte del motor desde Alemania. El traslado se ha demorado y el ministro de Minería, Laurence Golborne, ya reconoció que el encendido del equipo se postergará unas doce horas más. Estima, según dijo ante BBC Mundo, que ocurrirá el lunes por la tarde.
Los familiares han aprendido a enfrentar las cosas paso a paso y la noticia es tomada como todo aquí: con calma, con un espíritu imperturbable que de a ratos no se condice con la tragedia.
"Que todo vaya con mesura, a su debido paso para no cometer ningún error. Si se apuran las cosas, por presión de algunas familias, pueden ocurrir cosas que no debieran", dice Alonso Contreras Rojas, primo de Carlos Barrios y amigo de Víctor Zamora, los dos encerrados en la mina de cobre y oro tras el derrumbe del 5 de agosto.
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