“Vi la muerte de cerca”, relató en estado de shock Thiago Mota, un chico de 14 años que cursa el 8º grado de la escuela municipal Tasso da Silveira, localizada en la región occidental de Río de Janeiro. Junto con otros compañeros, ayer estuvo 20 minutos atrancado en su aula mientras oía el repicar de las balas disparadas en la sala contigua por Wellington Menezes de Oliveira de 23 años, un ex estudiante de ese establecimiento. El joven, muerto finalmente por las balas policiales había entrado en colegio cuando eran casi las 8.15. Llevaba dos revólveres calibre 38 y casi un centenar de municiones escondidas en su mochila. Las víctimas fatales de esa locura son 12 niños con edad promedio de doce años; todos ellos a punto de pasar al secundario.
Wellington, un hombre sin antecedentes delictivos, provocó un baño de sangre sin precedentes en la historia educativa de Brasil .
“Estaba descontrolado”, contó Thiago. “Mis compañeras empezaron a rezar. Una de ellas quiso salir pero la retuve. Parecía una película de terror”.
“Por las escaleras caía sangre, parecían cascadas de sangre”, relató ya afuera Jade Ramos, de 12 años. Primero mató a varios en la planta baja. Luego se fue al primer piso y mató a muchos más. Yo intenté trepar al segundo, pero el tipo llegó y empezó a disparar a los pies para que no escapen. Ordenó que se pusieran de cara a la pared. Los alumnos gritaban: ‘No me maten’, pero él disparaba a la cabeza”.
Los chicos estaban en una clase de portugués cuando el zumbido de la primera bala atravesó el aire e impactó en el primer estudiante. Difícilmente Thiago y sus amigos olviden lo que vieron después: “Para salir de la escuela tuvimos que saltar sobre los cuerpos de nuestros compañeros, tendidos en charcos de sangre”.
De acuerdo con el relato del adolescente, el asesino gritaba: “Fumé marihuana y vine aquí a dar una charla”. Sus víctimas, entre las cuales se cuentan 17 heridos, dijeron que habían visto un arma con la inscripción: “ADA, Capeta”. La sigla significa Amigo de los Amigos y es una de las bandas cariocas de narcos más peligrosas.
Según fuentes policiales, el asesino disparó 30 veces antes de ser alcanzado por el sargento Marcos Alves, de la Policía Militar quien, alertado por uno de los chicos de la escuela que había conseguido escapar, llegó al lugar justo a tiempo para evitar una masacre peor. En su furia homicida, Wellington Menezes estaba a punto de descargar sobre otros estudiantes las 70 balas restantes. Fue “cazado” en una escalera entre el primer piso y la planta baja del colegio, justo cuando trataba de derribar la puerta del aula de Thiago, el pequeño testigo.
“Es una tragedia sin precedentes en Brasil”, atinó a declarar el ministro de Educación brasileño Fernando Haddad. Pero aún no pasó tiempo suficiente para medir el impacto que necesariamente “va a provocar, con consecuencias sobre el debate de control de las armas que circulan en la población”, indicó Rodrigo Neves, secretario fluminense de Asistencia Social y Derechos Humanos.
Con todo, en Brasil hubo algunos casos anteriores de masacres . Uno de ellos –que ayer recordaban los brasileños– fue el del shopping Morumbí de San Pablo en 1999, cuando un ex estudiante de medicina entró en una de las salas de cine, sacó una ametralladora y mató una decena de espectadores.
Con los ojos puestos en los “inocentes brasileñitos” que perdieron la vida, según lamentó ayer la presidenta Dilma Rousseff con la voz embargada por la emoción, pocos analizaron la figura del asesino Wellington Menezes de Oliveira y las causas subyacentes en la masacre. El muchacho había trabajado hasta octubre del año pasado, cuando perdió el empleo por “baja productividad”. Según sus colegas, era “reservado y tímido” y “ tenía una apariencia inofensiva ” que hacía impensable la violencia que desataría ayer en la que fue su escuela. “En las reuniones sociales se mantenía distante y no interactuaba con nosotros”, sostuvo uno de los ex compañeros.
Después del despido, Wellington no volvió a tomar contacto con ninguno de sus amigos. El legislador estadual Zaqueu Teixeira, quien lidera la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre armas y drogas, evaluaba ayer que la matanza ejecutada por Menezes sólo puede ocurrir “si hay un fuerte entrenamiento”.
Para el diputado provincial, el joven sabía cómo recargar los dos revólveres en el menor tiempo posible, “lo que indica premeditación del crimen”. Este parlamentario considera que “es preciso tomar medidas preventivas en las escuelas y hospitales. No basta con instalar cámaras ni detectores de metales”, subrayó.
Perfil
Wellington M. de Oliveira
EDAD: 23 años
PROFESION: DESOCUPADO
ESTADO CIVIL: SOLTERO
El joven atacante llevaba en un bolsillo una carta en la que pedía que su cuerpo “no sea tocado por impuros sin usar guantes, sólo por castos que no se involucraron en adulterio” y que lo entierren al lado de su madre. En la misiva el asesino dijo ser “fiel seguidor de Dios” y solicitó que su casa sea donada a una sociedad que cuide de los animales.
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