Ricardo Martinek

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sábado, 21 de mayo de 2011

casi lo demuelen . Pero sobrevivió y fue adoptado por los porteños como su símbolo. Y el lunes cumple 75 años .

Los diarios de la época lo llamaron “armatoste sin sentido” y “bodrio en perspectiva”. Inaugurado en 1936, el Obelisco fue tan mal recibido que, tres años más tarde, casi lo demuelen . Pero sobrevivió y fue adoptado por los porteños como su símbolo. Y el lunes cumple 75 años .

Antes de 1936, donde hoy confluyen las avenidas Corrientes, 9 de Julio y Roque Saenz Peña estaba la iglesia San Nicolás de Bari. Allí se izó por primera vez la bandera nacional en la Ciudad, el 23 de agosto de 1812, un hecho que se recuerda con una inscripción en una de las caras del Obelisco. En las otras tres se conmemoran la primera fundación de la Ciudad por Pedro de Mendoza, la segunda por Juan de Garay y la federalización de Buenos Aires en 1880.
En los años 30, Buenos Aires sufrió una gran transformación . Se abrieron las diagonales Norte y Sur, cuyas obras terminaron recién en 1943 y, además, se ensanchó la calle Corrientes. También se comenzó a construir la avenida 9 de Julio. El Obelisco fue planeado, para convertirse en el centro de este núcleo de avenidas. Tan simple como enigmático, es una estructura hueca de 67,5 metros y 170 toneladas coronada por un pararrayos. Llegar a la punta, donde hay una habitación de tres por tres con cuatro ventanas, no es fácil. Hay que subir los 206 peldaños de hierro de una escalera recta y sin baranda, con sólo siete descansos. Hacerlo toma unos 15 minutos.


El monumento fue diseñado por el arquitecto tucumano Alberto Prebisch y costó 200.000 pesos moneda nacional. La obra estuvo a cargo de la empresa alemana G.E.O.P.E.-Siemens Bauunion-Grün & Bilfinger y se hizo en tiempo récord. El Obelisco fue levantado en 31 días por 157 obreros, que usaron 680 m3 de cemento y 1.300 metros de piedra calcárea de Córdoba. Tuvieron que sortear los túneles del subte y hasta una vieja usina subterránea. Y el Obelisco tuvo su mártir: el obrero italiano José Cosentino cayó en una de las bóvedas del cimiento y murió.



El monumento fue inaugurado el 23 de mayo de 1936, ante la presencia del presidente Agustín P. Justo. Entonces, el intendente Mariano de Vedia y Mitre dijo: “Dentro de las líneas clásicas en que se erige, es como una materialización del alma de Buenos Aires”.

Pero no todo el mundo presintió su destino de postal porteña, y mucha gente defenestró a ese “feo punzón”, como lo llamaron. Un verso popular decía: “En el medio de la calle/ hay una mole parada/ la llaman el Obelisco/ y no sirve para nada”. Prebisch, su creador, prefirió definirlo como “una obra abstracta, pura y simple, que nada simboliza”. Sólo Baldomero Fernández Moreno le encontró poesía: “Dónde tenía la ciudad guardada/ esta espada de plata refulgente/ desenvainada repentinamente/ y a los cielos azules asestada”, escribió.

El Obelisco fue tan mal recibido que, en 1939, el Concejo Deliberante aprobó una ley para demolerlo por 23 votos contra tres. Los concejales argumentaron motivos “económicos, estéticos y de seguridad pública”. Una de las preocupaciones era que los paneles de piedra se desprendían. El oportuno veto del intendente Arturo Goyeneche, que alegó que el Obelisco estaba en jurisdicción nacional, lo salvó. Y las placas de piedra fueron reemplazadas por revoque de cemento que, más adelante, fue pintado con 620 litros de látex.

La enorme aguja también sobrevivió a la premonición de un tal Jorge Osvaldo Delio Krasnoff, que afirmó en un escrito que hizo llegar a Clarín: “El Obelisco desaparecerá el día domingo 12 de marzo de 1978”. Hubo un gran revuelo mediático. Nadie sabe qué pasó con Krasnoff, pero el Obelisco siguió en su lugar. El único cambio importante que sufrió en los últimas años fue en 1987, cuando le pusieron rejas para evitar actos de vandalismo, como las frecuentes pintadas en aerosol que sufría.

Con los años, los porteños lo aceptaron como propio y aprendieron a quererlo, convirtiéndolo en el punto de encuentro natural para ir a festejar un triunfo electoral o una victoria en un campeonato de fútbol. Hoy, el Obelisco es el logotipo no oficial de la Ciudad. Y ya nadie lo discute

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